Anoche, justo anoche, recordé mis inicios en la radio.
Me emocioné al repasar mi experiencia en
Radio Delfín al lado del hombre que me enseñó la práctica del periodismo a
través de la radio: Álvaro Flórez Ortega, de quien estoy agradecida por la
oportunidad que me dio y por apostar por mí.
Estaba recién egresada de la universidad, con muchas
ganas de “comerme” el mundo y muchas ideas frescas en la cabeza. Me lanzaba al
vacio con o sin red. Y cuando digo al vacio me refiero a que tocaba temas que
en la época eran considerados tabúes, se trabajaba con las uñas y había muchas
limitaciones. Recuerdo que mis cuartillas las escribía a mano y una que otras
veces con un candil.
En esa época el uso del computador e internet no
estaba masificado como ahora. Se hacía periodismo a boca de calle, se
confrontaban las fuentes. Vaya mundo más apasionante. Quienes hacen periodismo
hoy no es que lo tengan más fácil pero se enfrentan a otros retos, entre ellos la
falta de oportunidades laborales.
Yo conté con suerte. Álvaro Flórez Ortega creyó en mi y apostó por la
recién llegada, tan extraña en su propia tierra. De la radio “salté” a otras
facetas del periodismo, pero nunca viví la radio tan de cerca como en esos
meses en que Riohacha se despertaba con las noticias del Radio Periódico El
Flechazo. Marcos Barros, otro veterano periodista guajiro hacía parte del
equipo, después se incorporaron otros más, entre ellos Jaime Rengifo y César
Castro.
La radio fue mi liberación, lo sigue siendo, de allí
que vuelva a mi bitácora para reconciliarme con la escritura y los buenos
recuerdos, especialmente para agradecer a quienes hacen radio, quienes viven de
la radio y especialmente a Álvaro, el
hombre de la radio, todo un personaje.
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