Las estrechas calles
de Almogía aun conservan las huellas de la influencia árabe. El mismo nombre
Al-Mexia (la hermosa) así lo demuestra.
Parte de la historia de
este pueblo de casas blancas, que contrastan con el amarillento del terreno, está
escrita en un mural del pueblo. Allí se relata la rebelión morisca de 1570 y su
expulsión de sus tierras por parte de la corona.
Años después los católicos se encargaron de repoblarla y
continuar escribiendo los acontecimientos de la población, hoy perteneciente a
la provincia de Málaga.
Para comprobar las
particularidades de Almogía es necesario algo de valor y cierta pasión por la
aventura. Después de un largo recorrido
por una serpenteada y estrecha carretera
a primera hora de la mañana en un septiembre caluroso, compensa la calidez
humana de sus gentes, que de vez en cuando agradecen la visita de un foráneo que
los extrae de su monotonía, les muestran su casa y dicho sea de paso, invitan a consumir sus
productos (almendras y olivas).
Espero que la próxima visita
a Almogía no sea por el compromiso de una boda, me gustan poco la verdad,
sino por la celebración de un acontecimiento mucho mejor: celebrar la vida.
Bienvenidos al verano, esperemos que sea agradable y largo, muy largo.
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