viernes, 26 de abril de 2013

Las preocupaciones de Delia




“Me llamo Delia”, dijo respondiendo a mí pregunta.
-Delia, como mi abuela materna,  afirmé.
Desde que vi a esta señora en el pequeño parque de Viloira en Ourense,  recordé  a la intrépida mamá Delia, tan valerosa como la fuerte influencia que ejercía en la familia.
Esta Delia era como un imán entre los ancianos que tomaban el sol a orillas del rio Sil y  digo imán porque los atraía con su enérgica voz y sus bríos.
Ella era la que llevaba la vocería del grupo y la que se atrevió a entablar conversación conmigo (una recién llegada al pueblo que tomaba fotografías).
Todos los días, Delia Fernández, su marido y un par de amigos se encuentran al lado del puente San Fernando para “arreglar” el mundo, hablar de la crisis actual y de las crisis anteriores, no se sabe cuáles son peores.
La preocupación de esta señora de 71 años es morir tan pobre como nació y vaya que trabajó en su vida. Me dijo que cuando tenía fuerzas recogía castañas y las vendía para mantener a su familia.
Para animarla un poco le dije que al menos ella disfruta de su pensión, derecho  que será incierto para sus nuevas generaciones (sus hijas y nietos están desempleados) con las reformas  que hará el gobierno, especialmente a las pensiones.
A lo mejor Delia no comprenda lo que eso signifique, como tampoco está  a su alcance intuir los ajustes económicos que le esperan al país; mucho menos que  aquí se elige a un presidente, sin embargo a España la gobiernan desde afuera y que el insaciable apetito de la Troika y el FMI tiene asfixiados a los españoles.
Hay cosas que es mejor no saberlas dirá Delia y yo estoy de acuerdo.
Abur  

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