Todo
aquel que ha recorrido los caminos del catolicismo ha de comprender que uno de
los mandamientos, el segundo para ser más preciso, está relacionado con no pronunciar
el nombre de Dios en vano.
En
vano, especialmente para decir necedades y desfachateces como las que acaba de
pronunciar el congresista republicano Richard Mourdock, quien considera que
Dios permite los embarazos tras una violación.
Está visto que en
política cabe todo, todo está permitido, hasta acudir a un asunto tan delicado
para la mujer como es su integridad, su cuerpo y las decisiones que ésta tome
respecto a él.
Los que acuden a la
religión y a Dios para justificar una violación, el maltrato físico y psicológico
a la mujer son tan crueles como los mismos violadores.
Ya
está bueno de utilizar a las mujeres, el aborto y nuestras decisiones como
argumento de campañas políticas. Es hora de que se ponga freno al abuso y a la
demagogia barata.
La
discusión, antes que satanizar a la mujer y decidir por ella, debe centrarse en
verdaderas políticas de igual de género o en encarcelar de por vida a todo
aquel que atente contra la vida, especialmente de las mujeres y las niñas; atacar la
corrupción y la pobreza, porque de eso sí que hay.
Y
esto no va solo por los republicanos del otro lado, sino también por los de aquí
que en vez de hacer los deberes se enfrascan en disfrazar la realidad o
discutir temas que debían estar superados.
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