La noche antes de la primera etapa del Camino,
Sarria- Portomarín, no logré conciliar el sueño. Se trataba de caminar los primeros
23 kilómetros de los 115 que debíamos recorrer en cinco días para llegar hasta
Santiago de Compostela y era más que necesario descansar, pero la inmensa luna
llena de Sarria no lo permitió, o más bien el insomnio que a veces se apodera
de mi sin autorización alguna.
Antes de las ocho de la mañana estábamos en pie para
iniciar el largo sendero de flechas amarillas que indicaban el camino, aunque no
era necesario. Los primeros peregrinos nos sirvieron de guía.
Dejamos a Sarria medio dormida y con neblina. Emprendimos
la marcha junto con otro grupo, entre ellos una peruana radicada en Alemania.
Hidratarse frecuentemente y picar algo de fruta
cada cierto tiempo era la clave para sostener el trote. En Vilei, kilometro 108, hicimos una pequeña parada para
sellar la credencial, era obligado si al final queríamos la compostelana. Sellamos
cuatro veces más hasta llegar a Portomarin.
Fue exactamente en Mercado da Serra, en un bar que
justo encontramos lo que nos apetecía: un café cargado, tostadas con mermelada
y mantequilla.
Hicimos un par de fotos, tomamos agua y a seguir. No podíamos detenernos
más, había muchos trechos que recorrer en medio de los paisajes más pintorescos
de Galicia (viaductos, falsos mojones, castaños, labriegos y las pocas rubias
galegas que se han salvado del cruce con otras razas de ganado).
Una niña de la aldea de A pena nos ofreció una concha y la calabaza que deben llevar los peregrinos. De las dos nos decidimos por la concha, traída directamente desde A Coruña y con las que los comerciantes aprovechan para ofertar a los peregrinos, extranjeros en su gran mayoría .
En ciertos tramos
nos topábamos con desvíos del camino por arreglo de las vías, sin
embargo más que por empeño en seguir el camino original, hacíamos caso omiso de los
avisos.
En gran parte del recorrido lamentamos no llevar un
poco de pan para acompañar las tantas nueces que tenía el senderista, había
para repartirle a un pueblo.
En Mirallos nos detuvimos a comprar pan. En un buen
gesto con estos peregrinos la dueña de un restaurante nos ofreció un poco de lo
que le quedaba. Así pudimos engañar el hambre hasta una cuesta antes de
Portomarin, donde encontramos un viñedo, en el que no solo descansamos sino que
también aprovechamos los pequeños frutos que había dejado la vendimia.
Después de deleitarnos con unas cuantas uvas de la Ribeira Sacra decidimos emprender el
camino. Faltaba poco.
En lo alto divisamos el final de la etapa:
Portomarín, una bella villa de casas blancuzcas y los techos de pizarra que
tanto me gustan.
Habíamos caminado 23 kilómetros y nos apetecía no
solo una buena comida, sino también un buen sitio donde reposar para la mañana siguiente
seguir con la segunda etapa.
Cruzamos el puente sobre el rio Miño, o lo que
queda de él. Lo recuerdo tanto no solo por la sedimentación sino por el vértigo
que me producía mirar hacia abajo. Subimos las empinadas escalinatas que
conducen al arco del viejo puente romano-medieval. Llegamos a la meta.
De ese tramo final nos quedan de recuerdo la sed que teníamos que apenas topar la primera fuente nos abastecimos en ella, las fotos
de la Iglesia San Nicolás de Portomarín y la larga espera para que nos
sirvieran la comida en el restaurante.
Entre unas que otras cantigas gallegas el tramo se
nos hizo fácil, llevadero y muy especial. El senderista adelante y yo con mi
paso de tortuga atrás, cada uno a su ritmo logró sortear el primer día y así
los siguientes.
Lo que más me gusto: sin duda el paisaje, el
contacto directo con la naturaleza y los frutos que ésta nos brindo durante el
recorrido, el silencio y por supuesto la compañía.
El recorrido apenas empieza…..
4 comentarios:
Mi Yosme, me parece super tu experiencia y que hermoso que vivas esos momentos llenos de tranquilidad con lindos paisajes , y amigos. Te envidio me gustaria vivir algo asi.
Mi Yosme, me parece super tu experiencia y que hermoso que vivas esos momentos llenos de tranquilidad con lindos paisajes , y amigos. Te envidio me gustaria vivir algo asi.
Yos, mi amiga, quiero ver fotos!!! me hace tan feliz que hagas cosas como estas, vamos, ven a visitarme, acá tenemos mucho por hacer!. Besos.
ahora estas procesando la información, el corazón la carga como la memoria interna del ordenador, y cuando escribas, será la pantalla que muestra esa gran experiencia, inolvidable y única que es el camino de santiago, ese que inexplicablemente te cambia la vida.
Publicar un comentario