sábado, 5 de noviembre de 2011

Hay que seguir: destino Palas de Rei



El insomnio me acompañó la segunda noche. El senderista a pesar del dolor en la rodilla derecha durmió profundamente, como siempre.
En la madrugada el ruido de los otros peregrinos nos alertaron que había que saltar de la cama, ducharse y iniciar el camino.
Hacía frio. Bien hicimos en llevar los chubasqueros que algo nos protegían del rocío. Apenas despuntaba el sol nos deshacíamos de ellos, de lo contrario nos empapaba el sudor.
Saliendo de Portomarin descendimos hasta la carrera nacional bordeándola dejamos a un lado la población. A un  kilómetro  de recorrido las viñas nos acompañaron hasta un buen tramo. Nos proveímos con un poco de ellas, todavía  recuerdo su exquisitez y frescura.
En nuestro camino dejamos peregrinos de diferentes nacionalidades, entre ellos, australianos, chinos, holandeses y una tromba de estudiantes de Ceuta y Melilla.
El paisaje era poco visible por la niebla, pero aún así concluimos que nos gustaba más el camino de herradura que el asfalto. Caminado un trecho grande llegamos a Gonzar, un sitio donde merendar y sellar; repusimos fuerzas y avanzamos.
Pasamos por Castromaior, Hospital da Cruz, Ventas de Naron  y otras aldeas un poco abandonadas por el tiempo y olvidada en la memoria de sus habitantes.  En los 25 kilómetros que anduvimos fueron pocas las fuentes que topamos en buen estado o al menos con el aviso-garantía que el agua podía consumirse.
El segundo día para todo peregrino es complicado, exigente y agotador. El cuerpo da señales de resistencia.  Las fuerzas y la emoción no son las mismas del primer día, pero si las ganas de llegar a la meta. Seguir buscando en el camino las respuestas a esos porqués que siempre llegan por alguna razón o no.
Se trataba de buscar en esa peregrinación una motivación para poder continuar los objetivos que me he propuesto en la vida, llenar los espacios en blanco, poner los puntos seguidos en su sitio y rematar los puntos finales. Sabía que en un segundo día de camino no podía encontrar todo ello. Había que seguir y aun sigo buscando, esto es de nunca acabar.
Entre un descanso y otro nos hidratamos, cambiábamos de calcetines un par de veces al día y protegíamos los pies con aceites y cremas. En Os chacotes nos detuvimos para definir el hospedaje. Nos faltaba todavía un pequeño tramo hostil, seco. El sol hacía lo suyo y nos urgía llegar para descansar.
Decidimos avanzar y llegar hasta el final del tramo: Palas de rei. Allí cruzamos la carretera nacional y nos hospedamos en el primer sitio que encontramos. Después de descansar nos abastecimos en el supermercado con algunas frutas, pan y vino. Compramos ungüentos para los dolores musculares, lavamos la ropa y cenamos en un buen restaurante de la población.       El cansancio de los tres últimos días se notaba y por fin el sueño me venció. Lo necesitábamos para poder continuar, al día siguiente nos esperaban 28 kilómetros de recorrido, una de las etapas más largas de la peregrinación.





                                      





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