La escena de cientos de niños con los pupitres en sus cabezas, buscando la playa para recibir clases, escaparse del calor de los viejos salones del Colegio La Divina Pastora en Riohacha no pueden apartarse de mi mente.
Que los profesores decidan dar clases a la orilla del mar porque la empresa que presta el servicio de energía suspendió el suministro de la misma por falta de pago, mucho menos lo puedo creer en estos tiempos.
Que las autoridades, la sociedad, la comunidad educativa, para ser más precisos: los padres de familia no digan nada, todavía lo creo menos.
Es evidente que tenemos lo que nos merecemos: una dirigencia pobre frente a los retos que tiene una ciudad capital de uno de los departamentos más ricos de Colombia. Ni hablar de la ciudadanía que no exige, no se inmuta, que piensa en el hoy, más no en el mañana.
Los niños, los más perjudicados en esto, perderán una semana de clases porque sencillamente esa fue la solución más fácil para los que toman las decisiones: los grandes.
En otras condiciones recibir clases a la orilla de la playa, al menos de educación física o de pintura para colorear los atardeceres del mar más lindo del mundo (según García Márquez y yo) podrían aceptarse, pero que hoy sea por culpa de la irresponsabilidad de alguien de no pagar las facturas o enviar los dineros al colegio, del que por cierto han salido muchos de los políticos del departamento, es un asunto que impresiona y descompone.
Para qué sirve tener tanto dinero si no lo saben administrar?
2 comentarios:
dos cosas:
la primera esas cosas como tu bien sabes solo pasan en Riohacha.
la segunda, la corrupción no tienen límites, y es capaz de acabar con lo que quiera hasta con el gran tesoro de la educación.
Ese es el gran problema que pasa en nuestra querida Riohacha, será que ella no se merece otra suerte?
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