“Se hace saber que hay frutas y verduras detrás del ayuntamiento”, así inicia el pregón de los martes y viernes en Guadalaviar, un pueblo de 200 habitantes encajado en la Sierra de Albarracín.
Alejados de los rituales litúrgicos de la Semana Santa, los guadalavianos prefieren aprovechar la afluencia de
visitantes y el buen tiempo para disfrutar de los parajes del pueblo: Fuente
Felix y la Fuente del Molino.
De paso hacen un recorrido por los cinco bares. El
Teleclub y Martina son los más concurridos y los puntos de encuentro de la
peña de Antonio Ibañez, el mejor guía de Guadalaviar con diferencia.
Una vez agotadas las visitas (ayuntamiento, iglesia, museo de la trashumancia y los bares) es obligada la salida al campo a buscar Morchellas o Cagarrias, pequeñas setas estilo colmena que dar con ellas no es tan fácil, al menos para los que se estrenan en su búsqueda. Y si no hay setas al menos hay siervos, eso sí que es un espectáculo verlos escabullirse por los caminos. Ya están curados de espantos de los cazadores (furtivos o no) y al menor atisbo de ruido salen despavoridos por la montaña.
Una manada de hembras (estaban de aquelarre) nos sorprendió llegando a Valtablao. Con los prismáticos alcanzamos a contar 71, aunque en la hora y media de recorrido vimos otros tantos.
Guadalaviar, ese rinconcito Aragonés es un escondite perfecto para reencontrarse con la naturaleza, el silencio y la vida misma.
A Guadalaviar volveré para escribir esas historias pendientes de ver la luz.
PD: gracias a
Antonio; Ramón, Rosa, los gemelos y Carmen; María and
Josemaría, Eusebia, Juando and Pili; Begoña e Ignasio;
Álvaro y Reyes; Ángel y Marta; Marcelino y Dori; Raquel,
Fernando y Carlos por los buenos momentos, especialmente por
permitirme disfrutar de una estancia maravillosa en su pueblo que lo siento
también mío.
Por cierto, tengo nuevo lector espero me acompañe a
escribir una entrada y comparta sus fotos conmigo porque es tan
aventurero como yo.
Lo dicho a vivir que son dos días
Abur
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