La
noche del 12 de noviembre en Colombia es una noche casi mágica para las
participantes del Reinado Nacional de la Belleza, un evento que desde hace más
de tres décadas “comercializa” la belleza de la mujer.
Y
digo comercializa porque el Reinado que se realiza en Cartagena en el marco de
sus fiestas de la independencia es el mejor trampolín de 32 esbeltas señoritas que representan a su departamento para conseguir marido o saltar a la fama.
La
historia del reinado tiene sus largas y cortas, como por ejemplo que la mejor
preparada y la participante más inteligente no es la que siempre eligen.
Eso
sin tocar temas más oscuros del pasado relacionado con la obscurecida injerencia
de poderosos. Ese reinado parece un juego de apuestas.
Esa
noche mientras Cartagena escoge a sus reinas, porque hay dos reinados
paralelos, el de los ricos y el de los pobres, el país se olvida de los
problemas, del desempleo, de paros judiciales y hasta del rencor de Uribe por
no estar en el poder.
Esa
noche eligen a la mujer más bella de Colombia y al día siguiente será portada
en todos los periódicos.
Esa noche mientras unos derrochan alegría y dinero, las
niñas de los barrios pobres de Cartagena se van a la cama sin comer y tal vez
soñando que algún día serán reinas, soñarán con
salir de pobres.
Soñar no es malo, malas son las realidades.
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