Hasta el último minuto aguardé la esperanza de un
veredicto justo, equilibrado, que hablara bien del poder judicial de este país,
pero no.
No podía esperarse menos de un espectáculo carnavalesco
que respondía a intereses partidistas, de bandoleros y delincuentes.
Esperé a que pasara un día para no escribir con rabia
en el corazón e indignación, pero es imposible permanecer impávida ante este caso
que no es solo contra Baltasar Garzón, no, es contra España, contra la
honestidad y contra la justicia, la verdadera justicia.
Me aterra el sistema judicial español, me aterra
pensar y despertarme cada mañana con la sensación de que alguien mueve los
hilos y decide por los demás basado no en principios éticos, sino en los
intereses de los que se dejan sobornar con trajes, o el que desaparece a una menor
de edad sin dejar rastro, entre otros ejemplos.
Algo debe estar pasando, de la noche a la mañana no
pueden invertirse los valores, no se puede perseguir a un juez, acabar con su carrera
porque persigue a los delincuentes, porque esa es la verdad: delincuentes son
tanto los que hoy dejan libres a los que roban y matan, como los autores de los
mismos delitos.
Reafirmo la idea que la inhabilidad de Garzón le
pesará a España, más afuera que en el interior.
No han ido solo por Garzón, él tiene su conciencia
tranquila, han ido contra todos los que en este país piensan diferente.
Tal como lo afirmaba ayer María Garzón Molina: “lejos de hacernos perder la fe en esta
sociedad nos han dado más fuerza para seguir luchando por un mundo en el que la
Justicia sea auténtica, sin sectarismos, sin estar guiada por envidias; por
acuerdos de pasillo”.
Garzón es inocente
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