Durante décadas los indígenas del Cauca han liderado
en Colombia el mejor proceso de organización que pueda tener un pueblo
ancestral, seguido por los Aruhacos en la Sierra Nevada.
El liderazgo de esta organización y la zona estratégica
en la que habitan desde tiempos inmemoriales los ha mantenido en el medio del
conflicto tan antiguo como el mismo deseo de los colombianos de vivir en paz.
Por un lado está el acoso de los grupos armados al
margen de la ley y por el otro el discurso y la acción militarista del
gobierno.
Cansados de hacer parte de este “emparedado”, los grupos
indígenas del Cauca han clamado hasta el cansancio que no quieren que los
relacionen con la guerrilla, solo por alzar la voz y reclamar lo que consideran
sus derechos: a tener su tierra y trabajarla porque en ella están enterrados
sus ancestros, seguir fortaleciendo su lengua y sus costumbres, enseñar a sus
hijos y a los hijos su propia educación e impedir que en su suelo se construyan
megaproyectos.
Los indígenas quieren estar fuera del conflicto y si la fuerza pública está en sus territorios son presa de las balas de unos y de otros.
La queja de los indígenas está relacionada también con
el abandono estatal. Cifras del Banco Mundial revelan que el 64% de la población nativa es pobre y que
de estos el 36% convive con la miseria.
Hasta que Colombia no escuche
y de sentido a la voz de los indígenas las historias del Cauca, y otras
regiones del país, seguirán viviendo en el casos de las fuerzas oscuras, para
no decir armadas.
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